XIII estación

 



XIII ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Del evangelio de San Mateo (27, 45-46.48.50-52)



Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde Jesús gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron.

Todo moribundo experimenta la sombra de la angustia, de la soledad, el abandono total. Pero ¿el Padre puede abandonar al Hijo? El grito de Jesús es un grito misterioso, de sufrimiento total, de esperanza contra toda esperanza. Los labios de Jesús confiesan otro misterio: la sed de su cuerpo es sed divina. Y Jesús muere ante los que le miran y ante los que se burlan de Él.

Reclinó la cabeza coronada de espinas. Y ante el pasmo de cielo y tierra, pende colgado y muerto el cuerpo del Hijo de Dios.




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