Dentro del itinerario en lo que hoy es la entrada a la obra nueva del Colegio de las Escuelas Pías, en la calle de San Francisco de Borja, se cerraba ésta -como hemos dicho antes formando un rincón y en lo que hoy es calle 9 d'Octubre -antes García Morato- estaba instalada una barbería en la que la procesión se detenía para asistir y curar a los penitentes. Los barberos, cirujanos, sangradores y hasta dentistas eran todos los mismos. Nuestro testigo de excepción, D. Fernando Chorro Urgeles testimonió que él mismo hizo curas a los nazarenos.
Los capirotes y penitentes de entonces, cumplían sus promesas a cara tapada o descubierta llevando cruces y maderos sobre sus hombros y cadenas y bolas de hierro cogidas a sus tobillos por medio de argollas.
Curadas las heridas, llagas, cardenales y ampollas se les daba un poco de aguardiente o agua con azúcar que les reanimaba y según la tradición no rompía el ayuno ni la abstinencia. Continuaba así hasta la otra posta sanitaria que junto a la Colegiata, en la Calle de San Pascual, donde terminaba la procesión y nuevamente se procedía a la curación de las lesiones.
La evolución de aquellos azucarillos y aguardientes con los que se reanimaba a los penitentes daría lugar a una tradición: los caramelos de Semana Santa.
Se cree, sin entrar en materia teológica, que los antecedentes de los caramelos que reparten anónimamente en las procesiones de la Semana Grande son la forma actualizada en el transcurso del tiempo de aquellas colaciones que, con todo el respeto a la Pasión y Redención, no rompían el ayuno y la abstinencia propios o, por lo menos, así lo estimaba y lo estima la creencia popular.
Esta tradición no es exclusiva de la Semana Santa de Gandia, ya que en otros lugares también se reparten caramelos.
Hay una inversión de términos ya que antes la colación se le daba al nazareno mientras que ahora es el penitente quien la da al público espectador.
Los caramelos de Semana Santa tienen su motivación en los días de ayuno y abstinencia según la creencia popular. Nuestra opinión es la que se debe de conservar esta costumbre llevada discretamente sin salirse de la deseada moderación y sin caer en fáciles abusos.
En sí o en no, estamos seguros que Dios – Padre - y Cristo - Hermano- nos perdonan.
Aunque el texto anterior está extraído del Passio del año 1981, escrito por D. Juan Beltrán Miralles, es verdad que la idoneidad o no de repartir caramelos en las procesiones de la Semana Santa de Gandia siempre ha estado vigente, pues en 1926 ya entró en escena el debate sobre la conveniencia de repartir dulces por parte de los cofrades, puesto que “el reparto de chochos y caramelos por bastantes jovenzuelos debe suprimirse por irreverente, impropio de la procesión del Entierro” (RG, 3-IV-1926). Al año siguiente, a pesar de que la procesión era larga y hermosa, deslucía que los participantes no llevaran vestas, aunque se advertía la posibilidad de que en 1928 los miembros de la Cruz sí que las llevarían (RG, 16-IV-1927).
Por otra parte el periódico Bayrén de 28 de marzo de 1929 publica: “Ha sido un acuerdo, por todos elogiado, la prohibición de que los concurrentes a ella (la procesión del Santo Entierro) den al público caramelos y chochos”.
Tras la refundación de las Hermandades de la Semana Santa volvió la tradición característica de la Semana Santa gandiense de repartir caramelos, en la que la Hermandad de la Santísima Cruz siempre ha sido favorable a ello pero con discreción y moderación y desfilando con gran seriedad y respeto por parte de todos los cofrades. Sin embargo, no todas las cofradías se rigen por esta costumbre y prohíben a sus integrantes repartir caramelos durante los desfiles procesionales de la Semana Santa o solamente en la Procesión del Santo Entierro.
A finales de la década de los 90 los clavarios concienciaban a los cofrades del reparto con mesura de estos dulces y de abstenerse de repartir otro tipo de objetos como había pasado en otras Hermandades.
En la Hermandad de la Santísima Cruz la elección de repartir o no caramelos es libre por parte de cada asociado y cada año se ve a más cofrades participar de la procesión sin repartir caramelos, acompañando en silencio a la Cruz con sus plegarias y oraciones.