La mujer en la Hermandad de la Santísima Cruz





El papel femenino tras la fundación





En la Hermandad de la Santísima Cruz el papel de la mujer ha sido esencial en el transcurso de su historia, y a priori mucho más activo de lo que pueda parecer; aunque si bien es cierto, el papel femenino en sus inicios estuvo limitado a los cuidados y labores muy específicos como la elaboración de túnicas y trajes, la costura, preparar las vestas, ayudar en el vestir de los cofrades y acompañar al marido o hijos cofrades a las procesiones. Este papel al que en un principio quedaba relegada la mujer no solo pasaba en nuestra Hermandad, sino que era un patrón que se repetía en el resto de cofradías, tanto de nuestra ciudad, como también del resto de la geografía española debido a los usos y costumbres de la época.

Tal y como recoge el Expediente de Declaración de la Semana Santa de Gandia como Fiesta de Interés Turístico Nacional, en el apartado dedicado a la Hermandad de la Santísima Cruz, cita textualmente: “Se crea la hermandad con exalumnos del Real Colegio de las Escuelas Pías de Gandia y en sus orígenes son los de la Asociación de Caballeros de la Santísima Cruz. No obstante, fue una de las más avanzadas en incorporar a la mujer en sus organizaciones internas”.

Ya queda reflejado en los estatutos primitivos de la Asociación de la Santísima Cruz de 1885, en su título 2 de los asociados, en el artículo 2, que “Formarán esta Asociación cuantas personas de ambos sexos sean propuestos por dos asociados, y admitidos por la Junta Directiva como tales asociados”, puntualizando en su artículo 11 que “Las asociadas pagarán una peseta anual de cuota”, diferenciando su cuota de la de los hombres que se recoge en el artículo 4: “Los asociados vienen obligados a satisfacer la cuota anual que acuerde la Junta Directiva, en una vista del presupuesto de gastos y apruebe la Junta General”.

De esta manera, y con la posible incorporación de la mujer en la Asociación, ayudaban también al sustento económico de la misma en aquellos momentos de necesidad, donde se estaba proponiendo la disolución de la misma.

Esto vino propiciado una vez acabada la Semana Santa de 1885, donde en la siguiente reunión, el Hermano Mayor de la Hermandad, D. José Aranda Comas, manifestó su preocupación por la situación económica de la asociación:

“[…] venía observando con disgusto la decadencia de esta Asociación debido sin duda al escaso número de asociados con que en la actualidad cuenta […] que, en lugar de haber aumentado el número de estos desde su fundación, había disminuido, eliminándose catorce asociados sin causa legítima conocida, lo cual proporcionaba a más de los perjuicios de la poca asistencia al acto de la procesión, el aumento de la cuota anual […] para sufragar los gastos que se originan, por todo lo cual creía llegado el caso de proponer […] discutir y elegir los medios a fin de conseguir el fomento de la Asociación, viendo de conseguir el aumento de asociados del modo que creyesen más oportuno o caso contrario la disolución de la misma bien a pesar suyo”.

Se discutió el asunto y se abandonó la idea de la disolución, aunque se buscaron medios para revertir la situación.

En primer lugar, acordaron reunirse con el rector del colegio para entregarle una copia de los estatutos para obtener con su mediación que la Asociación fuera considerada dentro de la categoría de religiosa y que se admitieran a las mujeres como miembros para obtener así algún ingreso.

Desde ese mismo año, 1885, es cuando se recoge que la mujer puede formar parte de esta Hermandad.

Pese a aparecer este articulado en los estatutos de 1885, no fue hasta 1889 cuando se autorizó de una manera formal la presencia de mujeres en la Asociación, aunque en aquella época no se les permitía procesionar.



De hecho, durante el final del S. XIX y bien entrado en S. XX las cofradía mantuvo la nomenclatura de “Asociación de Caballeros de la Santísima Cruz”, hasta que se quitó el vocablo “caballeros”.

Durante el primer periodo de la Asociación el papel de la mujer fue muy marginal y estaba relegado a labores de costura, bordado o arreglo y limpieza del altar, dando paso a la figura de la Camarera, de la cual se tiene constancia en la Hermandad desde 1922.



Asociadas tras la posguerra

Tras la Guerra Civil y la refundación de la Asociación, la figura de la Camarera cobró un mayor protagonismo y permitió dotarla de un papel más importante, siendo a veces de mera representatividad en sus inicios, pero encargándose del cuidado del ajuar del altar de la Asociación en la iglesia de las Escuelas Pías y el mantenimiento y limpieza del trono anda y la imagen titular de la Santísima Cruz, teniendo el privilegio de custodiar el sudario de la cruz en su casa durante el resto del año. Uno de sus principales cometidos era el arreglo y el adorno floral de la imagen el Viernes Santo.

Durante el tiempo de la posguerra, las pocas mujeres que podían pertenecer a la Asociación y que su presencia era muy testimonial, aún no se les permitía que pudieran vestir la túnica y hábito procesional. La mujer de aquella época estaba relegada al luto del Jueves y Viernes Santo, con obligación de guardar ayuno y abstinencia.

En el reglamento que se escribió tras la refundación de 1940 ya se explicita la aceptación de las mujeres asociadas para que tomasen parte en los oficios de Semana Santa y pudieran llevar el palio en la procesión claustral para llevar el Santísimo al Monumento Eucarístico.

Una de las mujeres referentes en la Asociación de la Santísima Cruz a finales del XX. Fue Dª. Teresa Alandete Lledó, la cual estuvo ejerciendo como Camarera de la Hermandad desde 1970, y durante 35 años, quien a lo largo de su trayectoria realizó fielmente su entregada labor a esta Asociación y potenció la devoción de la Santísima Cruz entre sus cofrades.



Incorporación de la mujer en los desfiles procesionales



Con el final del tiempo de dictadura y la llegada de la transición, muchos cofrades de Gandia vieron la oportunidad de incorporar a la mujer en la Semana Santa con pleno derecho.

Así pues, el jesuita José Puig Miret, en una carta abierta al presidente de la Junta Mayor en 1970, titulada “Sugerencias”, exponía unas propuestas con la intención de renovar la Semana Santa desde la parte folklórica y festiva hasta la más religiosa y espiritual, pero situándose lo más cercano posible a lo permitido por el Concilio Vaticano II. Como decía al principio de su texto: “renovarse o morir”.

El mismo padre Puig, en 1978, volvía a incidir en los aspectos a mejorar utilizando los mismos medios y destinatario. Según él, en las cofradías había altas y las bajas existentes eran debidas a la edad, no a la ausencia de fe. Además, pedía que un equipo de observadores evaluara anualmente las celebraciones para analizar cómo revitalizar la Semana Santa. Se centraba en la idoneidad de celebrar una ceremonia sobria y solemne, como la entrega conjunta de las vestas a los nuevos cofrades de todas las hermandades, pero evitando la teatralidad. La sugerencia era más ambiciosa:

“Creo que ha llegado el momento de incorporar a la mujer en el Entierro de Cristo. Y no mediante el simbolismo de las camareras de los pasos, sino de una manera plena. Las procesiones han sido sólo para hombres. Nosotros – muy machistas – hemos alejado a la mujer durante siglos de este tipo de manifestación de fe. A lo más le hemos permitido una procesión: la de la Inmaculada. Y hemos caído en la discriminación. […] Tal vez alguno creerá que un Paso de mujeres se prestaría al abuso de exhibición de trajes y joyas. ¡Oh el eterno feminismo! (Traje negro, peineta, mantilla) ¿Qué pintan las joyas en un entierro? […] Otros temerán que las mujeres – con el tiempo – superen en número a los hombres. ¿Y qué? ¿No tienen ellas el mismo derecho que los hombres a manifestar su fe? […] Hay que incluir a la mujer”.

La participación femenina en la Semana Santa de Gandia vino impulsada como un derecho fundamental de igualdad que muchos cofrades creían posible ya bien entrado el S. XX; y es por eso que en 1978 la Junta Mayor de Hermandades acordó que la decisión de incorporar a la mujer en los desfiles procesionales fuera de cada Hermandad.

Después del transcurso de un siglo desde que la Asociación de la Santísima participara en la primera procesión del Santo Entierro, en el que ese tiempo estuvo vetada la participación de la mujer en el desfile procesional de la tarde del Viernes Santo, en la década de 1980 se aprobó la participación de la mujer en los cortejos procesionales, modernizándose y abriéndose a la nueva sociedad democrática.

La incorporación femenina en la asociación fue progresiva y a veces casi silenciosa, pero que desde el primer momento contó con un grupo de mujeres que, al igual que los hombres, desfilaban en la procesión ataviadas con su vesta blancas y su capuchón negro. Cuenta la tradición oral que, con anterioridad a la aceptación de esta norma, alguna mujer procesionó en alguna ocasión con identidad masculina, ocultándose bajo el capirote al salir en la procesión.

Desde su incorporación en las procesiones la participación de la mujer se ha ido haciendo más visible en la Hermandad, participando activamente de todas las actividades sin distinción de género, normalizando por completo esta situación.

La última renovación de estatutos que se llevó a cabo en esta Asociación en 1990, recoge en su articulado la total participación de las hermanas en las procesiones y la equiparación de derechos y deberes con sus hermanos, integrando a la mujer y su participación directa en el devenir cofrade integrando ambos sexos en todas las actividades de la Hermandad en igualdad de condiciones.

Con el objetivo de visibilizar la labor que llevan a cabo las mujeres en la nuestra Hermandad, y tras la incorporación de la imagen de María Magdalena junto a la Cruz de Jesús en 2005 se decidió crear, además de la sección de cofrades que es mixta incluyendo hombres y mujeres, una sección específicas de Hermanas de María Magdalena, compuesta exclusivamente por mujeres, para que acompañaran a la segunda imagen titular de la Hermandad.

Fue en la Asamblea General del 5 de junio de 2003, donde se aprobó la creación de esta nueva imagen, decidiendo que se creara una sección, únicamente de mujeres, que desfilaran junto a María Magdalena vestidas completamente de negro y con un cirio de cera blanca, que con los años se cambió a un cirial de metal cromado, culminado con el anagrama de la Asociación.

El primer año que desfiló la imagen, las primeras nueve cofrades que acompañaron a María Magdalena se reunieron la tarde del 18 de febrero de 2005 en la sala de juntas del Local Museo de la Semana Santa de Gandia para decidir la manera de desfilar. En esta reunión se acuerda que para el primer año se desfilaría con un traje chaqueta negro discreto, guantes negros, medias negras y zapato negro.

Una vez pasada la Semana Santa de 2005, se convocaron una serie de reuniones con las Hermanas de María Magdalena, cuyo número de componentes había aumentado considerablemente en un año, pasando a ser 24 mujeres.

En las reuniones se decidió que la vestimenta e indumentaria a llevar en los desfiles procesionales, que es el que perdura hasta nuestros días.

Las Damas que acompañan a la imagen de María Magdalena Junto a la Cruz de Jesús visten un traje discreto y sobrio. La chaqueta es tipo sastre con costadillos y abotonada con tres botones forrados de la misma tela.

La falda que utilizan en los desfiles procesionales es recta, de un largo por debajo de la rodilla y guantes, medias y zapatos clásicos negros, sin ningún tipo de ornamentación.

En la solapa de la chaqueta llevan la insignia de la asociación, creada expresamente para ellas.


La incorporación de esta sección femenina ha supuesto un revulsivo para la Hermandad de la Santísima Cruz, ya que en la gran mayoría de actividades son las más participativas, tanto en las de culto como culturales o de hermanamiento cofrade, invirtiendo la tendencia del siglo pasado donde ocurría al revés.

Paulatinamente las mujeres han ido estando presentes en todas las facetas de la Hermandad: actividades, celebraciones litúrgicas, participando en las procesiones, portadoras de tronos, en la banda de tambores, la sección de matracas y en la Junta Directiva.

En las procesiones desde hace tiempo que asumen otras funciones, que anteriormente eran únicamente masculinas, como llevar las tres cruces guía, en que Caballeros y Damas de la Tercia del Santo Duque de la Orden del Temple abren el desfile procesional.

Respecto a los dos tronos-anda, el de la imagen de la Santísima Cruz era históricamente llevado por hombres, aunque algún año, ante la ausencia de cargadores se incorporaba puntualmente una mujer. Así fue como a partir del año 2004 Dª. Ester Ribes se convirtió en portadora, para tres años después, el trono fuera tirado por las Hermanas Ribes Vicedo. De esta manera desde 2007 Esther, Juana, Isabela, Inma y Sara sacan en procesión a nuestra imagen titular cada Viernes Santo.

La segunda imagen de la Hermandad es llevada por hombres y mujeres, donde se destaca la participación de Dª. Isabel Sendra y Dª. Susana Ramón como portadoras del anda de María Magdalena Junto a la Cruz de Jesús.

La vesta y el capuchón de verdugo que utilizan las portadoras no dejan ver a simple vista quién va debajo del paso, pero para el resto de cofrades ya son un referente de esfuerzo y devoción.

Cuando en el año 2017 se incorporó la matraca en los desfiles procesionales de la Hermandad de la Santísima Cruz, fue una mujer, la directiva Dª. Carola Ibáñez, la que con mucha ilusión y entusiasmo motivo y empezó a forjar una sección de matracas de mano formada exclusivamente por mujeres. Con Carola Ibáñez forman está sección Fanny Alcañiz, Alicia Grau, Marga Sanchis y Ángela Miñana, quien año tras año dedican muchas horas de ensayo, las semanas previas, para tenerlo todo preparado durante la Semana Santa y que el repique de este instrumento típico de Semana Santa resuene por las calles de nuestra ciudad.

Además de los desfiles procesionales, este grupo de mujeres junto a otros miembros de la Junta Directiva, promocionan este instrumento típico de la Semana Santa en los colegios, realizando la Exaltación Infantil de Instrumentos de Percusión típicos de la Semana Santa, donde los alumnos de Primaria realizan un toque conjunto entre las matracas y los instrumentos de percusión realizados con materiales reciclados de los alumnos.

La banda de tambores propia de la Hermandad también cuenta con un 38’5% de mujeres, que varía cada año según el número de músicos, pero que desde su creación en el año 2000 siempre ha estado compuesta por hombres y mujeres que se han dejado la piel para interpretar las mejores marchas durante los desfiles procesionales de la Semana Santa.

Muchas han sido las niñas y adolescentes que han procesionado en la Hermandad vestidas de samaritanas. Hay constancia de ellas ya en la década de 1970.


Desde nuestra asociación siempre se ha querido potenciar y promocionar está figura y los desfiles procesionales, prueba de ello es que durante la década de los 90 y principios del siglo XX hubo un aumento de niñas solicitando salir de samaritanas junto a la imagen de la Cruz.

Esta figura que representan varias niñas de la Hermandad, que en lugar de ir vestidas con el hábito procesional, van ataviadas con la indumentaria típica de las mujeres de Samaría y llevan un cántaro cerámico, para recordar a la Samaritana que le dio de beber agua a Jesús en el pozo de Sicar.

Según testimonios orales, esta figura apareció antiguamente, ya que era una manera que las niñas pudieran procesionar anteriormente a la introducción de las mujeres en las procesiones.

Con motivo del decimoquinto aniversario de la bendición de la imagen de María Magdalena junto a la Cruz de Jesús, la directiva encargada de las Hermanas de María Magdalena, Dª. María José Simó, organizó, con el visto bueno de la Junta Directiva y de la Asamblea, una comida de confraternidad entre las hermanas de María Magdalena que tuvo lugar el sábado 22 de febrero.

Ante la gran acogida por la sección de mujeres de María Magdalena se decidió que dicha actividad se realizará anualmente el sábado anterior al Miércoles de Ceniza, potenciando la unión y reforzando el sentido de pertenencia y vinculación a la Hermandad.

En la reunión de Directiva del 31 de agosto de 2020 se decidió proponerle a la Hermandad del Santísimo Cristo del Silencio que se unieran a este acto creando un día de confraternidad entre ambas secciones de mujeres, que solamente tienen la Hermandad de la Santísima Cruz y la Hermandad del Santísimo Cristo de Silencio en toda la Semana Santa de Gandia, cuya propuesta fue aprobada por todos los miembros de la Junta Directiva.

Tan importante es la mujer dentro de esta cofradía que en la edición del libro conmemorativo del LXXX aniversario de la refundación, que coincidió con el CXLV aniversario de la Fundación de la Hermandad, el XX aniversario de la creación de la banda de tambores y el XV aniversario de la imagen de María Magdalena junto a la Cruz de Jesús, que lleva por título “La Santísima Cruz: Historia, arte, fe y tradición”; lleva un capítulo en exclusiva dedicado a la figura de la mujer cofrade, su evolución histórica, la reivindicación de sus derechos y el desempeño de sus deberes, así como su importancia dentro de la Asociación de la Santísima Cruz de Gandia.

El papel de las mujeres en la Asociación de la Santísima Cruz ha crecido de forma exponencial en los últimos 30 años y, con 142 mujeres asociadas, ya representan el 54’31% del total del censo cofrade, significando una nueva apertura y un proceso de cambio en las formas de pensar y actuar en la cofradía, algo que está plenamente normalizado hoy en día.


La Asociación de la Santa Cruz, a pesar de las dificultades, ha seguido creciendo. Como un reflejo de la realidad social de finales del siglo XX y principios del XXI, el papel de la mujer ha ganado peso tanto en todos los ámbitos de la vida. La Semana Santa, evidentemente, no podía estar al margen y la Santa Cruz fue una de las pioneras en destacar el papel de la mujer dentro de la fiesta religiosa.